Si eres de esas personas que, con el año nuevo, con el inicio de septiembre o incluso con el inicio de la semana se propone adoptar un nuevo hábito, quédate, este texto es para ti.

Hay estudios que dicen que de media se tardan 21 días en adquirir un hábito, entendido como aquello que incorporas a tu rutina habitual y que se convierte en una automatización de tu cerebro, es decir, aquello que haces sin esfuerzo, sin auto convencimiento previo, sin pensar. Hay multitud de hábitos diferentes, algunos buenos y otros no tan buenos. Podría ser un hábito tomarte una galletita con el café con leche de media tarde, leer antes de apagar la luz por las noches, cenar pizza todos los viernes, o echarte una siesta después de comer.

Estos parecen hábitos fáciles de cumplir, costumbres que te dan un refuerzo positivo, que te hacen sentir bien al realizarlas, y aquellos días en los que por diferentes motivos no pudieras llevarlas a cabo, seguro que sentirías cierta incomodidad y desasosiego. Bien, con esas rutinas no hay problema.

El problema o, mejor dicho, la dificultad llega cuando queremos incorporar un nuevo hábito a nuestra rutina porque sabemos que es beneficioso para nosotros pero que conlleva un esfuerzo, y a la mínima tiramos la toalla y mandamos el hábito al montón de “proyectos sin acabar”, véase aprender inglés, hacer deporte 5 días por semana, meditar 20 minutos al día o comer de forma más saludable.

Para evitar que vuelvas a sentir esa frustración por esa tarea inacabada, te daré una serie de consejos que puedan ayudarte a poco a poco conseguir que ese hábito forme parte de tu vida.

  1. Elige uno: Es muy común hacer una lista infinita de deseos u objetivos que nos gustaría lograr en X tiempo. Qué gusto da coger un lápiz e ir tachando esas tareas a medida que las logramos, pero sinceramente, cuanto más larga sea esa lista más posibilidades tendremos de fracasar. Así que tómate tu tiempo, establece prioridades y elige uno, y en cuanto lo consigas ve a por el siguiente.
  2. Objetivos reales: Otro error que cometemos es el de ser demasiado ambiciosos con nuestros objetivos. Si eres una persona súper motivada y constante, adelante, seguro que cuanto más complicado de alcanzar sea tu objetivo más motivación tendrás; pero si por el contrario parece que se te hace cuesta arriba, como para la mayoría de la gente, baja ese objetivo a tierra y pregúntate si realmente es un objetivo alcanzable.
  3. Simplifica: Busca la forma de simplificar ese objetivo, de hacerlo fácil. Si se trata de algo complejo o que te va a llevar mucho tiempo , desgránalo, divídelo en tareas sencillas fáciles de realizar y comienza paso a paso y cuando consigas incorporar esa tarea a tu rutina diaria, ve a por el siguiente nivel.
  4. Incorpórala a tu rutina: No intentes buscar el momento, la hora o el sitio perfecto para realizar tu tarea, porque eso nunca llegará. Intenta que esa tarea encaje dentro de otras tareas que ya realizas en tu día a día y que te resulten placenteras para hacerla casi sin darte cuenta. Una vez incorporada a tu vida podrás moverla a tu antojo.
  5. Disfruta del proceso: No te obsesiones con conseguir el objetivo, sino que disfruta del camino, disfruta de cada pasito que das y de todo ese proceso que es necesario realizar para llegar a tu meta. Son esos pequeños logros los que te animarán a seguir.
  6. Celebra el logro: Esta parte es mi favorita. Date un momento de gratitud, agradécete a ti mismo el haber logrado realizar esa tarea que te acerca más a tu objetivo en el día de hoy, siente esa sensación de plenitud tras haberlo logrado, será esa sensación la que te motivará a realizarla al día siguiente.
  7. Sé compasivo contigo mismo: Si un día por el motivo que fuera no eres capaz o no puedes realizar la tarea, no pasa nada, acéptalo y no te machaques, entiende que mañana será otro día y no tires la toalla, y ese día date un capricho para calmar esa sensación de malestar.

Espero que estos tips te sirvan de ayuda para lograr aquello que deseas, y recuerda:

Lo único imposible es aquello que no intentas.