La forma en la que nos alimentamos, en la que cocinamos, está en gran parte condicionada por nuestra “educación culinaria “, si se puede llamar así. La mayoría de nosotros hemos visto a nuestras abuelas y a nuestras madres (y en algún que otro caso también a nuestros padres) al mando de los fogones.
Nuestras preferencias y nuestros gustos gastronómicos se han ido forjando desde que éramos bien pequeños y nos hemos ido encasillando a nosotros mismos en la elección de un tipo de alimentos y de cocinado que hemos “mamado” toda nuestra vida.
Algunos hemos logrado salir de esa casilla, hemos logrado abrir nuestra mente en lo que a la comida se refiere, y hemos experimentado, innovado e incluso creado nuevos platos que distan mucho de aquel plato de lentejas con arroz que nos preparaba nuestra abuela.
Y os preguntaréis: ¿pero qué quieres decir con todo esto? Pues bien, os lo explicaré.
Para mí la comida es un arte, va más allá del mero hecho de adquirir mediante los alimentos todos aquellos nutrientes que nuestro organismo necesita para funcionar correctamente. Para mí la cocina supone experimentar, disfrutar, compartir, innovar, sentir... incluso el hecho de cocinar es terapia para muchas personas; en cierto modo es un tipo de meditación en la que durante un tiempo te sientes inmerso en un mundo de ingredientes, aromas, sabores y texturas que te cautivan y te motivan a crear con tus propias manos algo con lo que podrás disfrutar con los 5 sentidos.
En lo que a mí respecta, la cocina es un lugar de desconexión del mundo exterior y a la vez supone un ejercicio de concentración, de estar presente; tanto siguiendo una receta como creando un plato a mi manera, el hecho de combinar, mezclar, añadir, aromatizar, especiar...se convierten en rituales que en muchas ocasiones logran despejar nuestra mente de todo ese ruido interno que tenemos y concentrarnos en una única cosa, en cocinar.
Y no se trata de seguir una receta al pie de la letra hasta lograr ese plato último igualito al de la foto, si no que se trata de fluir, seleccionar ingredientes y alimentos respetuosos con nosotros mismos, dejarse llevar por el ojo, combinando alimentos según un patrón de colores, jugar con las diferentes texturas y aromas y crear algo que no sólo llene tu vista sino que suponga una explosión de sabores para tu paladar.
Te invito a que te atrevas a experimentar en la cocina, a que juegues, a que te diviertas, a que te atrevas a innovar, no buscando la perfección ni la rapidez, sino buscando esa parte de desconexión , de meditación que podemos llegar a sentir delante de los fogones.
Te atreves a probarlo?